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29 octubre, 2019

“Cerebro adolescente. ¿Crisis? ¿Oportunidades?”, Conferencia de Natalia López Moratalla

 

Natalia López Moratalla, directora de proyectos de investigación de la Fundación FASE, impartió en el Colegio Fuenllana de Madrid el pasado 26 de octubre la conferencia “Cerebro adolescente. ¿Crisis? ¿Oportunidades?”. Durante su intervención acercó a los asistentes los estudios que se conocen sobre el cerebro adolescente para ayudar a diferenciar cuales son hoy conductas “típicas de la época”, de las conductas “atípicas”, -auténticos trastornos-, y sus causas.

La arquitectura cerebral se alcanza en la adolescencia

 

La arquitectura cerebral se alcanza en la adolescencia, aunque se va formando desde antes de nacer y no termina nunca. La adolescencia es una fase de la vida que “no pasa” sin más: una parte importante del futuro depende de lo que ocurra en esta época. En ella se produce la mayor interacción entre la herencia, el entorno y sus propias vivencias, sobre un cerebro inestable en motivación, en impulsos y emociones y aparecen nuevos estímulos psicológicos, como los sexuales.

Todo lo que vivimos deja huella, por tanto somos artífices de la construcción de nuestro cerebro que en la adolescencia es mucho más vulnerable. Dicha vulnerabilidad no se da en animales, y no tienen “crisis de adolescencia” ya que en ellos no se llega a dar la unión entre lo cognitivo y lo emocional. Para entender estos conceptos hizo un breve explicación de cómo se construye el cerebro humano. Explicó cómo se alcanza la madurez cerebral a través de imágenes de TACs cerebrales. Se detuvo en explicar cómo funciona la red de autocontrol que integra en el control cognitivo la regulación emocional y el control de la impulsividad.

 

La adicción a internet en adolescentes

 

Los nuevos estilos de vida – comentó – generan que las temeridades para la vida y la salud —conducción arriesgada, borracheras, relaciones sexuales precoces—, constituyan fenómenos frecuentes entre adolescentes. A su vez, están presididos por la velocidad, puesto que queremos alcanzar los deseos y los resultados de inmediato, por el estrés, por la necesidad de emociones positivas constantes y a cambiar las relaciones personales —estar juntos, verse, mirarse, hablarse—por las relaciones por conexión virtual. 

«Todas las experiencias “atípicas” inciden en el desarrollo de los circuitos funcionales del cerebro y alteran la secuencia natural y precisa de la onda de maduración que, desde la nuca avanza hacia la frente en estos años de la adolescencia» – destacó. 

 «No obstante, las palancas que mueven el mundo de los adolescentes han de tener temeridad: al menos, una veta. Sin el placer por el peligro y la fascinación de lo nuevo no arrancaría la aventura de la búsqueda de la felicidad. Ese tiempo siempre será —por la flexibilidad de las conexiones neuronales que da la inestabilidad— el tiempo de las metas ambiciosas, del descubrimiento del amor romántico y de la solidaridad.»

Los conocimientos actuales de las neurociencias nos ayudan a plantear las estrategias necesarias para que el cerebro adolescente supere tanto los posibles déficits de la infancia, como se apoye en su propia capacidad de adaptación que requieren los cambios sociales y familiares de los últimos años.  

El cerebro lo labramos cada uno

 

El sentido de tal inestabilidad es muy profundo: la dotación genética heredada no determina la conducta, sino que es la influencia del ambiente, de la educación, la apertura a la relación con los demás, y sus propias decisiones lo que configura la biología cerebral, de forma que el cerebro resulta elaborado y labrado por cada uno. Más aun, la configuración cerebral, aunque labrada por cada uno condiciona en buena medida la vida, pero tampoco la determina.  Todo tiene arreglo, aunque no todo sea fácil de arreglar.

La conferencia fue seguida por un coloquio con los asistentes, la mayoría padres de las alumnas y antiguas alumnas del centro, y vendió ejemplares de su último libro: “El cerebro adolescente”,