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22 febrero, 2021
NUTRI-SCORE, LA POLÉMICA ETIQUETA
Desde los yogures hasta el chocolate, pasando por las sardinas en lata comienzan a lucir desde el pasado enero el nuevo sistema de etiquetado frontal de cinco colores elegido por España para facilitar una información más clara e intuitiva a los consumidores al adquirir productos envasados.
El objetivo es doble: juzgar, con un simple vistazo, la calidad nutricional de los alimentos para tomar decisiones más saludables, así como incitar a la industria alimentaria a mejorar la composición nutricional de los alimentos procesados, a través de reformulaciones e innovaciones que permitan obtener una mejor puntuación en la escala de colores de Nutri-Score.
El telón de fondo de este nuevo etiquetado nutricional frontal que está levantando una gran polvareda, remite al constante incremento del sobrepeso y la obesidad que se registra en los países desarrollados a causa, entre otros factores, de que cada vez se consumen más productos ultra-procesados. He ahí uno de los principales riesgos de Nutri-Score: pese a la necesidad de promocionar los alimentos frescos, existe el peligro de que los consumidores llenen el carrito de la compra con multitud de cajas y envases con las letras A y B, pensando que se trata de una compra saludable, en lugar de con verduras, fruta y legumbres.
El semáforo de la comida procesada
Obligatorio desde enero
A Sinónimo de ser un producto poco procesado y, hasta cierto punto, saludable
B Tonalidad verde es más clara, menos sano
C El color amarillo y, al igual que los semáforos, indicador de precaución
D Asociado al color naranja y la segunda peor calificación posible
E El color rojo y el peor de todos, informa que el producto en cuestión suministra muy pocos nutrientes beneficiosos y sí muchos otros que científicamente está demostrado que incrementan la prevalencia de diversas enfermedades
No obstante, lo que ha hecho saltar todas las alarmas es la calificación final que otorga Nutri-Score a algunos productos procesados. Por ejemplo, las patatas fritas de bolsa reciben, en ocasiones, mejor consideración nutricional que las sardinas en lata o el salmón ahumado, ya que, según explica desde París (Francia) Pilar Galán, directora adjunta hasta el pasado mes de diciembre del Equipo de Investigación en Epidemiología Nutricional (EREN) que desarrolló este nuevo etiquetado nutricional y lo implantó en Francia por primera vez en Europa en octubre de 2017, todo depende del listado de ingredientes de cada producto, así como del modo de producción.
“Lo de las patatas fritas tiene una explicación”, precisa esta aragonesa nacida en Riodeva (Teruel) que estudió Medicina en Barcelona antes de desplazarse a París a cursar nutrición, cuando esta disciplina todavía no se impartía en España. “Algunos industriales lo que hacen es coger patatas pre-cocidas, hacerlas al horno y, posteriormente, darles la forma de patatas fritas. Al no haber proceso de fritura, la cantidad de grasa es muy baja”, informa.
Alimentos con polémica
La clasificación de algunos alimentos, como el aceite, algunas patatas fritas o el salmón ahumado, aviva la polémica
Por lo que se refiere al salmón, Galán explica que, al igual que ocurre con las sardinas en lata, el formato elegido (pues el salmón se puede comprar tanto crudo, como ahumado, empanado…) determina “su realidad nutricional”, explica. Dicho con otras palabras: si bien el salmón fresco recibe una A, el ahumado, por el contrario, obtiene una D, “ya que, aunque contiene elementos de interés nutricional, también aporta cantidades importantes de sal (de 2,5 a 3,5 g de sal cada 100 gramos), cuando la OMS advierte que el consumo diario no debe de exceder los 5g para mantener a raya la tensión arterial y las enfermedades cardiovasculares”, precisa.
La última hora sobre este affaire sucedió este lunes 8 de febrero, cuando el Ministerio de Consumo, presidido por Alberto Garzón, emitió un tuit con el siguiente texto: “hemos llegado a un acuerdo con los distribuidores para que no se exija Nutri-Score al aceite de oliva. Mientras tanto estamos intentando cambiar su valoración”. La calificación del aceite de oliva entre las categorías menos saludables levantó ampollas tras la entrada en vigor del etiquetado.
A tenor de los estudios realizados, Nutri-Score parece mejorar la calidad nutricional de la cesta de la compra en un 9,3%. Sin embargo, desde que el Ministerio de Consumo decidió que España adoptaría esta nueva herramienta nutricional, se han sucedido los cruces de declaraciones y las acusaciones veladas entre partidarios y detractores de Nutri-Score.
Pero no solo los dietistas-nutricionistas están divididos a causa de esta cuestión, sino también los países. En la actualidad, siete estados y sus respectivas organizaciones de consumidores apoyan explícita o tácitamente a Nutri-Score (Francia, España, Alemania, Holanda, Luxemburgo, Bélgica y Suiza), mientras otros siete países se posicionan en contra (Italia, República Checa, Chipre, Grecia, Letonia, Rumanía y Eslovenia), según pudo constatarse durante el pasado Consejo Agrícola.
Galán, admite, eso sí, que “Nutri-Score tiene límites asumidos”, en relación con los pesticidas, los edulcorantes (esta científica adelanta al Magazine Lifestyle que el próximo comité científico de Nutri-Score abordará esta cuestión) o el grado de procesamiento de los productos.
“Es terriblemente complejo incorporar algunos factores al algoritmo”, explica Galán, “ya que, por ejemplo, en el caso de los aditivos, hay más de 400 aprobados por la Unión Europea, pese a no existir suficientes estudios realizados en seres humanos que permitan cuantificar exactamente cuál su impacto en la salud, sea por separado o por su posible efecto cóctel”.
Para esta científica, factores como los anteriores siguen sin estar lo suficientemente bien estudiados como para poder atribuirles un coeficiente negativo en el algoritmo de Nutri-Score que resulte proporcional a su impacto en la salud pública. Es decir, aunque cientos de estudios científicos confirman que consumir productos ultra-procesados, en su conjunto, perjudica la salud y aumenta la prevalencia de muchas enfermedades crónicas, resulta difícil de pormenorizar científicamente qué impacto tiene un determinado aditivo o un nutriente en particular en el incremento de las referidas enfermedades.
Nunca he aceptado un café que estuviera pagado por alguien de la industria agroalimentaria
Respecto quienes critican a Nutri-Score su presunta falta de independencia, Galán indica no haber tenido ningún conflicto de interés durante su desarrollo, algo extrapolable, dice, a su equipo. “Nunca he aceptado un café que estuviera pagado por alguien de la industria agroalimentaria”, declara.
No obstante, las críticas a Nutri-Score han sido tantas, que un total de 80 científicos y profesionales de la salud firmaron hace unos días un comunicado para pedir su rápida implantación en España y desmentir las acusaciones que el nuevo etiquetado ha cosechado en las redes sociales, así como las “campañas que han llevado a cabo algunos medios de comunicación”, indica el comunicado, para “desprestigiar la herramienta”.
Entre los firmantes del escrito figuran dietistas-nutricionistas, oncólogos, cardiólogos, pediatras y endocrinos, muchos de ellos prestigiosos, caso de Jordi Salas-Salvadó, catedrático y director de la Unidad de Nutrición Humana de la URV y uno de los impulsores del estudio Predimed (PREvención con DIeta MEDiterránea); Maira Bes-Rastrollo, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra; Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Navarra, además de catedrático adjunto de la Harvard T.H. Chan School of Public Health, o José María Ordovás, director de Nutrición y Genómica en la Universidad de Tufs (en Boston, Estados Unidos), aunque la lista es muy larga.
Estas críticas se ceban en “ejemplos concretos o imperfecciones”, según los promotores del comunicado, y se refieren al hecho de que algunos medios de comunicación hayan puesto el grito en el cielo al observar, por ejemplo, cómo algún refresco sin azúcar merece la letra B, mientras el aceite de oliva obtiene una C.
“Los consumidores no van a utilizar un refresco de cola con edulcorante para aliñar su ensalada ni tampoco se van a beber una lata de aceite de oliva cuando tengan sed”, ironiza Galán para remarcar que este etiquetado voluntario está concebido para que los consumidores elijan en el supermercado en cuestión de segundos qué alimentos consumidos en las mismas circunstancias (por ejemplo, en el desayuno…) tienen mejor perfil nutricional. Otra posibilidad es escoger, con un rápido vistazo al semáforo de cinco colores de Nutri-Score, qué alimento de una misma familia (por ejemplo, los yogures) resulta más sano. Finalmente, Nutri-Score también permite comparar un mismo alimento de marcas distintas y saber con cuál quedarse. En cambio, Nutri-Score puede llegar a resultar muy confuso cuando se trata de comparar productos de categorías diferentes.
Hasta el momento, Nestlé, Danone, Carrefour, Caprabo, Pescanova o Eroski, entre otras empresas, ya han manifestado su intención de adoptar Nutri-Score.
Nutri-Score no es perfecto, por lo que puede mejorar con el paso del tiempo, pero debe hacerse sobre bases científicas
Para Jordi Salas-Salvadó, uno de los científicos españoles más influyentes a nivel internacional, según el listado Highly Cited Researchers, Nutri-Score es “un buen punto de partida” para clasificar a los productos manufacturados. “En mi opinión, Nutri-Score no es perfecto, porque tiene sus pequeñas limitaciones, por lo que es susceptible de mejorar con el tiempo, pero ello debe hacerse siempre sobre bases científicas”, avisa.
Para este catedrático de nutrición y bromatología de la URV, Nutri-Score ha demostrado ser uno de los etiquetados nutricionales más eficaces a nivel europeo. Este experto proporciona otro dato interesante: “cuando una empresa se aviene a utilizar Nutri-Score, debe incluirlo en todos sus productos y no solamente en aquellos que le interese, ya que, de ser así, las empresas solo incluirían el etiquetado frontal nutricional en los productos que salieran de color verde”, admite.
“Nutri-Score no prohíbe ningún alimento”, añade Galán, “simplemente, resume su contenido nutricional y alerta en ciertos casos de que debe ser consumido con poca frecuencia y en poca cantidad”.
Otro de los reproches a Nutri-Score es no contemplar en sus cálculos la sostenibilidad, como ha recordado recientemente Francisco Pérez Jiménez (6), catedrático emérito de Medicina de la Universidad de Córdoba y una eminencia en el estudio de los lípidos. A juicio de Pérez Jiménez, el algoritmo de Nutri-Score ignora algunos problemas de la alimentación moderna, como la contribución de los alimentos ultra-procesados al calentamiento global, ya que muchos de ellos deben de viajar desde muy lejos hasta aterrizar en la mesa del consumidor.
Asimismo, este especialista se muestra muy crítico con el hecho de que inicialmente se calificara al aceite de oliva con el color rojo, aunque finalmente haya obtenido la letra C por su riqueza en ácido oleico, algo que también ha aprovechado Francia para mejorar la calificación de su grasa emblemática, la colza, también rica en oleico. En cambio, el aceite de girasol ha corrido peor suerte y, huérfano de apoyos políticos, ha sido coloreado de rojo ya que, como cualquier aceite, suministra un elevado contenido calórico al tratarse de una grasa.
Productos poco sostenibles
El indicador no mide la contribución de los ultra-procesados al calentamiento global, ya que muchos productos viajan desde muy lejos hasta la mesa del consumidor
Para quienes argumentan que Nutri-Score no se fundamenta en criterios científicos, este repentino cambio de postura es la prueba palpable de sus lagunas metodológicas.
Otro peligro del que alerta el reputado dietista-nutricionista y biólogo Juan Revenga es que Nutri-Score embellezca a algunos productos ultra-procesados poco saludables con las letras A y B. Al respecto, mientras que los datos negativos que valora el algoritmo son objetivables (lo que peor puntúa es la riqueza en hidratos de carbono simples como el azúcar, el sodio, el contenido calórico, las grasas saturadas de los animales y algunas grasas tropicales, como las de coco o las de la palma), no sucede exactamente lo mismo, afirma Revenga, con los atributos positivos.
Al respecto, algunos dietistas-nutricionistas creen un sinsentido puntuar positivamente las proteínas que suministran los alimentos ultra-procesados, cuando ya consumimos proteínas en exceso, aunque Galán señale al respecto que “normalmente los alimentos ricos en este macronutriente también aportan hierro y calcio”. En cuanto a que la fibra puntúe positivamente, otros expertos recuerdan el refrán “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Dicho con otras palabras, aunque un bollo industrial tenga un elevado contenido proteico e ingentes cantidades de fibra, por ejemplo, nunca dejará de ser, en esencia, un bollo. Por este motivo no se entiende, por ejemplo, señalan en las redes sociales algunos dietistas-nutricionistas muy críticos con Nutri-Score, que ciertos cereales integrales (algo positivo) con un 25% de azúcar (algo a evitar) reciban una B de color verde.
“El hecho de que gran parte de la industria alimentaria apoye a Nutri-Score es como para pensarse la bondad de este sistema”, lanza Revenga.
El apoyo de gran parte de la industria alimentaria a Nutri-Score es como para cuestionar la bondad de este sistema
Entre las posibles alternativas a Nutri-Score destaca la etiqueta nutricional Keyhole u “ojo de la cerradura” que aplican Suecia, Noruega, Dinamarca e Islandia (la cerradura blanca sobre fondo verde no se puede utilizar en refrescos, dulces, bollería ni en alimentos con edulcorantes artificiales, por tratarse de productos a limitar y no a promocionar). Otra posibilidad son los sellos hexagonales negros que aplican México, Chile, Perú y Uruguay para recordar a los consumidores que se trata de productos a evitar por ser “altos en azúcares” o “altos en grasas saturadas” o “altos en sodio” o “altos en calorías”, ya que se considera que otorgar un sello verde a un producto puede ser sobreentendido por la población como un incentivo para consumirlo
Más allá de la polémica, tanto los partidarios como los detractores de Nutri-Score, coinciden en señalar que el mensaje a trasmitir a la población es que lo realmente saludable es consumir alimentos frescos de temporada, especialmente vegetales. También hay coincidencia en que hace falta armonizar un nuevo etiquetado nutricional para Europa que permita a los consumidores elegir con mayor criterio los productos envasados mejores y peores para la salud. Finalmente, tanto los firmantes del comunicado de apoyo a Nutri-Score como sus detractores, están de acuerdo en que la tarea de trasmitir hábitos saludables a la población no debe ni puede descansar únicamente en un nuevo etiquetado nutricional para los productos envasados, sino que esta labor debe empezar por las escuelas, involucrar a los padres y desembocar en políticas educativas y acciones gubernamentales de mucho mayor calado que contribuyan a aumentar la cultura nutricional de la población.
El origen de una etiqueta polémica
Básicamente, Nutri-Score es un logotipo de colores asociado a letras que describe cinco tipos de calidad nutricional que van del verde (asociado a la letra A), al rojo (vinculado a la letra E) y que decide un algoritmo que, según explican sus impulsores, funciona de acuerdo a criterios de salud pública validados científicamente.
El cálculo que permite asignar las notas de colores de Nutri-Score procede de un sistema desarrollado en 2005 por la Universidad de Oxford para suministrar a la Food Standard Agency (FSA) británica los medios adecuados para regular la publicidad televisiva dirigida a niños. Posteriormente, en 2015, el sistema inglés fue adoptado por el Consejo Superior de la Salud Pública francés y experimentado en estudios con miles de participantes. Tal vez por este motivo, los impulsores de Nutri-Score insisten en que el algoritmo que pone nota a los productos ultra-procesados se basa en investigaciones científicas rigurosas.
En la práctica, Nutri-Score atribuye tanto puntos positivos como negativos a cada producto, hasta calcular un promedio. Para ello, tiene en cuenta aquellos nutrientes considerados como “desfavorables” por su impacto en la salud, a los cuales atribuye una puntuación de 0 a 10 puntos, según su cantidad de kilocalorías, azúcares simples, ácidos grasos saturados y sodio. Estos puntos negativos se ponderan con otros nutrientes, presuntamente favorables (proteínas, fibra dietética y porcentaje de frutas, verduras, leguminosas y oleaginosos) y, con todo ello, se calcula una nota media que permite encuadrar al producto en una de las cinco categorías existentes.
Por este motivo, explican los impulsores de Nutri-Score, el gazpacho envasado es calificado con la letra A y coloreado de un verde primaveral por su alto contenido en vegetales y porque la cantidad de sal no es excesiva, mientras que los aperitivos, los bollos y algunos aceites obtienen la letra E por suministrar mucha sal, mucho azúcar, mucha grasa o las tres cosas a la vez, razón por la que son coloreados de rojo intenso.