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05 noviembre, 2021
Ser ‘influencer’ no es vender la moto
María de León es un magazine de páginas frescas que combina bella fotografía, buen contenido y verdades como puños. Más que una influencer al uso, es un altavoz con peso específico en las redes sociales con la misión de colocar con arte los valores más potentes de la humanidad entre los trending topics. Bien, verdad y belleza frente a qué más da, todo vale, elefantiasis del postureo, el negocio es el Olimpo, empacho de superficialidad, exhibicionismo al vacío, guiño, like, monetización, caja, fama soluble y trayectoria instantánea.
Con acento sevillano y eco universal lleva trece años comunicando en Internet y una década prodigiosa de conocimiento, experiencias, aprendizajes, baches y crecimiento en Instagram. Su maratón digital le ha abierto el apetito por hincarle el diente a la ética en las redes sociales, como avala su iniciativa Think2bu. Justo en estos momentos se adentra en una ambiciosa propuesta para humanizar el imperio digital con la que pondrá la guinda al máster de Humanidades que se suma al elenco de su inquieta formación.
Pionera. Emprendedora. Dinámica. Apasionada. Preparada. La influencer humanista lleva años en las redes ofreciendo contenidos y mostrando con naturalidad sus esencias. El poder de lo auténtico ha hecho que esta experta en comunicación se convierta en una mujer influyente con estilo propio.
Alta. Moderna. Risueña. Clara. Empática. Normal. Embajadora y torera. Es el reflejo del alma para marcas como Adolfo Domínguez, Cinco Jotas o Le Pain Quotidien. Y precisamente en una mesa de Le Pain Quotidien hacemos doble clic sobre su Pantone de posibilidades en esta conversación sin colorantes, ni conservantes, ni trampa, ni cartón.
— Una entrevista que te hacían en El Mundo hace poco más de un año arrancaba así: “No es la influencer con más seguidores, pero sí una de las que tiene más prestigio”.
— El prestigio es un valor muy importante que hace que mi trabajo merezca la pena, porque significa que está calando en los demás de alguna manera.
“Creo en la necesidad de despertar la conciencia de las personas que desarrollan su actividad en las redes sociales para que enfoquen su tarea a la verdad, el bien y la belleza”
— Dices: “Me tomo mi trabajo en las redes sociales como una misión, que es la de poder transmitir cosas que ayuden a los demás”.
— Quien no vive para servir, no sirve para vivir.
— ¿Cuánto dura un influencer sin misión?
— Yo creo en la necesidad de despertar la conciencia de las personas que desarrollan su actividad en las redes sociales para que enfoquen su tarea a la verdad, el bien y la belleza, aunque, al final, la sociedad tiene la última palabra en el nacimiento de un influencer. Si los criterios de la calle para elegir a sus referentes pivotan sobre el hedonismo, el relativismo, el utilitarismo o la superficialidad de quedarnos en la imagen… La voluntad y el criterio de las personas son determinantes en la conformación de las élites que influyen, para bien o para mal: por eso el tiempo de vida de un influencer lo determinan los parámetros de la gente. Tengo la esperanza de que nuestra sociedad despierte a la necesidad de profundizar sobre los últimos conceptos, porque, si sigue dormida, es muy probable que una influencer sin misión, sin contenido, sin hilo conductor, sin nada que aportar, esté en la cumbre más de lo que objetivamente se merece.
— Alguna vez has citado en tus posts a Roy Edward Disney: “Cuando tus valores están claros, tus decisiones se vuelven más fáciles”.
— Los valores son la mejor guía para desarrollar un trabajo público. Mi labor como coach consiste en acompañar a las personas a aterrizar sus valores y a calibrar cómo de presentes están en su tarea profesional, porque, una vez que eso lo tienes claro, es más fácil saber cuál es el siguiente paso hacia adelante, por dónde debes tirar y por dónde no. Algunas veces ese camino implica más renuncias y más sufrimiento, porque necesitas tener más paciencia para obtener los resultados que esperas. Es un trayecto más arduo y más difícil, pero ningún objetivo grande se consigue con el menor esfuerzo posible. Yo ahora estoy haciendo un máster de Humanidades que me apasiona, pero me exige tiempo de dedicación y de estudio. Es la vida misma: el que algo quiere, algo le cuesta.
— Te ilusiona fomentar los valores en las redes sociales. Tu lifestyle no es el lifestyle generalizado en ese mundo virtual.
— No soy nadie para juzgar eso, pero sé que estoy donde quiero estar. Enfoco mi actividad digital mirando al horizonte en el que creo: poner al servicio de los demás lo que voy aprendiendo en la vida y lo que a mí me ayuda a evolucionar como persona. Trato de compartir mi lifestyle en tres áreas: cuerpo, mente y espíritu. Yo tengo una visión positiva de las redes sociales, porque hace diez años los ciudadanos particulares no teníamos la posibilidad de que se escuchara nuestra voz y llegar a tanta gente, y por eso me gusta usarlas para devolver a la sociedad lo que he recibido.
— Pero a veces te sientes como surfeando en la cresta de un tsunami…
— Sí. Pero tengo claro a dónde quiero llegar. Los místicos de la historia han sabido permanecer ajenos al ruido de las sociedades que habitaron, porque tenían un camino y una meta. No es que yo me considere una mística, ni mucho menos, pero ese ejemplo del pasado me sirve para demostrar que la sociedad evoluciona de una manera y eso no significa que yo me deba dejar llevar por la inercia exterior. Soy libre para tomar mis propias decisiones y, si eso implica no seguir la corriente del momento y aguantar el tirón, entonces toca ser coherentes, porque nuestra verdad está también en esas decisiones francas. Dice Pablo d’Ors en Biografía del silencio que “el éxito es la permanencia en el fracaso”: perseverar en un empeño que llena, durante el tiempo que haga falta, siempre merece la pena. Tarde o temprano, en conciencia, acabarás triunfando.
“Es importante que las marcas trasciendan la pura monetización y acierten en la elección de sus referentes, que deben ser un ejemplo para la sociedad”
— Llevas diez años en Instagram y trece con relevancia en Internet. Cada vez parece más claro que tu altavoz en las redes, más que una misión, es una vocación.
— Te tengo que decir que sí. Me emociono diciéndotelo, porque no sé por qué la vida me ha traído hasta aquí. Siento que atiendo a una llamada que viene de más allá de este mundo. Tengo 41 años y pongo mucho esfuerzo y energía en este trabajo. Estoy abierta a todas las cosas que vengan a mi vida, pero siento una vocación muy potente para poner mi granito de arena en la tarea de humanizar las redes sociales.
Álvaro Sánchez León
@asanleo
Fuente:https://www.aceprensa.com/cultura/redes-sociales