Compartir en:

21 marzo, 2024

Agendemos mirarnos a los ojos

Suena sin piedad el despertador después de una noche especialmente larga e “interrumpida”. Desconocemos a cuál de nuestros hijos pertenecía cada bracito y pequeño pie con los que nos tropezábamos en la batalla campal que se libró en nuestro colchón de 150 cm de ancho donde parece que había más invitados de los previstos inicialmente (tú y yo).

¡Vaya! Uno de ellos se ha hecho pis…Ya nos encargaremos de esto en cuanto podamos. Según vamos recuperando nuestra conciencia espacio-temporal, nuestras cabezas palpitan doloridas por la deprivación de sueño y el día se presenta interesante. 

Intentamos arrear a la tribu para que cada uno ocupe su lugar con la mayor agilidad posible. Van desfilando tazas de leche y tostadas quemadas. El café es más que bienvenido para este matrimonio que a duras penas puede mirarse de reojo. 

  • “Acuérdate de que hoy llevas tú a las niñas a clase de inglés. Hay reunión de curso de Martita; pero hoy en el salón de actos. Marcos sigue con dolor de muela…Llamaré esta tarde al dentista. Se nos han acabado los cereales…Mañana viajo a Alicante para el Congreso. Veremos cómo nos organizamos para los partidos del fin de semana. Luis está invitado al cumpleaños de su amigo Ramón ¿Le has hecho Bizum a Susana para el regalo?”
  • “¡Mamá! No encuentro mi zapato…”
  • “¡Papá! ¿Sabes dónde están mis calcetines de deporte? Siempre me los coge Marcos…”

Justo cuando nos disponíamos a salir por la puerta, Marta vomita el desayuno manchándose la falda del uniforme. No disponemos de un minuto más para cambios de última hora. Nos apañamos con unas toallitas húmedas y revisamos que no se nos vuelvan a olvidar los bocatas para el recreo, la cartulina roja para la exposición de ciencias de la mayor, el bote de cristal que tiene que llevar el pequeño para una manualidad…

Los móviles no dejan de sonar para preparar las últimas pinceladas de la reunión de las 9 con todo el equipo en la oficina. El fontanero nos comunica que le va a ser imposible acercarse a arreglar esa cisterna que no deja de echar agua. 

El tráfico es infernal y no sabemos si llegaremos al autobús o nos tocará disculparnos de nuevo con el jefe y pasar apuros de todos los colores…

Y así en un sinfín de obstáculos y fuegos por apagar hasta las 23h de la noche, donde parece que reina el silencio al fin en casa pero también el cansancio y estrés en vena.

Y así en un sinfín de obstáculos y fuegos por apagar hasta las 23h de la noche, donde parece que reina el silencio al fin en casa pero también el cansancio y estrés en vena. Apenas podemos articular palabra y repasamos la lista de contrariedades de la jornada para ver cómo podemos poner solución a muchas de las tareas que se han quedado sin resolver añadiéndolas a la lista de mañana. Poco nos distingue de los “CEO” de una gran empresa.

Creo que este panorama nos suena a todos y es entre whatsapps, lavadoras, reuniones y bizums donde nos jugamos el gran partido de nuestra vida, el del amor. 

Siempre, pero hoy más que nunca, se nos hace imperiosa la necesidad de agendar parar con el fin de, al menos, mirarnos directamente a los ojos y recordarnos el porqué o, mejor dicho, para qué de toda esta locura vital. Volver al origen de lo que hace digna y llena de sentido nuestra vida y lucha. Fundirnos en un abrazo de esos en los que cerramos los ojos y nos abandonamos con confianza en el otro.

Chesterton decía que “no sólo es el amor el que salva el matrimonio, sino que también es el matrimonio el que salva el amor”.

Chesterton decía que “no sólo es el amor el que salva el matrimonio, sino que también es el matrimonio el que salva el amor”. Es necesaria por tanto, esa sana rebeldía que ofrezca resistencia al tedioso giro por inercia en la “rueda de hámster” del estrés diario.

La gymkana no valdría para nada bueno si no fuéramos conscientes de que el SÍ rotundo que un día nos dimos en el altar, se renueva a diario con nuestra intención de trabajar con lo mejor de nosotros por construir con “mimo de artesanos” esta familia.

Nuestro proyecto tiene su raíz y cimientos en el amor que mi marido y yo nos tenemos y prometemos y será la savia buena de la que beberán nuestros hijos para crecer poniendo en valor lo que de verdad vale la pena en nuestra existencia.

Si no ponemos de nuestra parte para encontrar al menos una o, a ser posible, varias pausas cotidianas para renovar ese compromiso y reorientar el rumbo hacia nuestro objetivo final, no podremos evitar caer en las redes de ese caótico y vertiginoso sinsentido que a todos nos atrapa en algún momento y que nos lleva a un profundo malestar.  Nos aleja de lo que realmente somos y queremos y, es entonces, cuando vienen los malos modos, las exigencias, los ajustes de cuentas y el “te toca a ti que yo ya lo hice ayer”, “estoy harto…”

Es una pelea que nos compete a todos. Se nos ha regalado la voluntad, el amor y la capacidad de rectificar y de renovar la esperanza. Vamos a por ello porque vale la pena. Y no olvidemos que lo primero es lo primero. Todo lo demás no son más que anecdóticas y circunstanciales pruebas de esa carrera contrarreloj que nos ha tocado correr. 

Ya nos lo decía San Juan de la Cruz: al atardecer de la vida se nos examinará del Amor. Las sábanas por lavar pueden esperar si aún ni te he preguntado: “¿Cómo estás?”. No lo olvidemos. Nos los jugamos todo.

—–

Maite Ponce Ortega (Tenerife, 1984) Felizmente casada y madre de dos hijas. Segunda de ocho hermanos. Licenciada en Derecho. En la actualidad, me dedico a la comunicación como Social Media Manager para pequeños negocios en Instagram. Escribo en mi cuenta de Instagram y el blog @amareselmotor donde comparto mis reflexiones sobre el amor en el matrimonio, la maternidad y la vida en general.